29/5/11

La importancia de la Vocacion en tu Carrera Profesional

Plantearse cuestiones vocacionales en los difíciles tiempos laborales que corren parece, al menos, anacrónico. Sin embargo reviste especial importancia al momento de plantear un futuro laboral sin altibajos o con la seguridad de poder realizarnos como personas útiles para la sociedad en la que vivimos.

Hay gustos que nos damos únicamente como consumidores, pero para los cuales no tenemos mayores aptitudes o interés. Otros, son placeres personales y no conllevan sentido de entrega, vacacionar por ejemplo. Otras actividades nos agradan porque poseemos habilidades para desarrollarlas y nos hacen sentir bien, pero no generan mayor curiosidad en nosotros, por ejemplo la jardinería.

En definitiva podemos tener afición por muchas cosas y habilidades para otras tantas, pero la vocación es una conjunción de ambas. La vocación por una actividad es aquella que absorbe y hace que el resto quede en segundo plano. Es cierto que en los amplios mercados actuales muchas veces resulta bastante difícil optar por una actividad en particular y esto no debe ser motivo para frustarse, sino por el contrario, debe desatar un análisis minucioso de las ventajas y/o desventajas de elegir tal o cual profesión para encarar la vida. La vocación reune el “gusto” por la tarea, la habilidad ó “aptitud” para llevarla a cabo y el sentimiento de la necesidad de dicha actividad para los demás o para la vida, es decir, genera una sensación de “entrega”.

Cada quien decide su vida, si es fiel o no a su vocación, pero tarde o temprano la vida reclamará satisfacciones y es en la vocación donde se obtiene. También es posible que un parámetro para decidir una profesión sea la retribución económica que de ella podamos obtener, pero no debemos olvidar que un trabajo exige al menos 8 horas diarias, y si la vocación es lo suficientemente definida, llegará el momento en que ese trabajo, por muy rentable que sea, no nos completará como personas satisfechas con nuestra propia vida y se convertirá en una carga.

Es por eso que debemos apostar a los sueños, descubrir en qué dirección nos gustaría proyectarnos. Claro, que debemos ser concientes del tipo de sueño al que estaremos apostando nuestro futuro, pues muchos de ellos tendrán que ver con satisfacer necesidades, obtener placeres, buscar alivio, etc. Y estos anhelos, aunque válidos, no indican Vocación. Los sueños inconfundibles vinculados a la vocación son aquellos que nos producen energía, alegría y proyectos. Una receta infalible para identificar claramente nuestra vocación es ajustarse a la búsqueda de aquello que nos produce placer personal al realizar la tarea y que esa tarea tenga sentido de entrega.



¿Por qué estudiar en la universidad?


La vida se conforma de decisiones. Unas más trascendentales que otras, pero sin duda cada una de ellas te ha hecho ser la persona que hoy sos. ¿Qué querés para tu mañana? ¿Cómo vas a vivir? ¿A qué te vas a dedicar? ¿Ya lo decidiste?

Una gran decisión

Estudiar una carrera universitaria es sin duda una de las decisiones más importantes de tu vida. Seguir estudiando es: prepararse para ejercer una profesión y te dará un título que te acreditará como una persona apta para desenvolverse en un área de especialización determinada. Y ese reconocimiento no sólo implica mejores oportunidades laborales, sino la posibilidad para tomar más y mejores decisiones, explica la psicóloga educativa Irene Ruiz, de la Universidad Rafael Landívar.

Al estar en la universidad, una persona amplía sus horizontes, tanto académicos como personales y profesionales, ya que aquí son los propios estudiantes quienes buscan el conocimiento y se hacen responsables de su aprendizaje y puesta en práctica, pues la gran mayoría de jóvenes en nuestro país, estudian y trabajan al mismo tiempo, comenta el doctor en educación Carlos Aldana.

¿Cómo saber qué estudiar?

Hay elementos clave para estar seguro de que tomarás una buena elección al escoger una carrera universitaria, entre ellos: tus factores personales, que incluyen:

  • Conocerte a vos mismo
  • Identificar tus habilidades, capacidades y aptitudes
  • Tener claro en qué destacás, qué hacés bien y qué se te facilita.

Luego están las características personales y de personalidad, los motivos, expectativas, valores y los propios intereses profesionales, explica Ruiz.

También deberás tomar en cuenta factores externos como los planes de estudio, la duración de la carrera, las jornadas que te ofrecen, los tipos de titulación que se obtienen, si hay posgrados, la oferta y la demanda de empleo posterior, el mercado laboral que abarca condiciones de trabajo, posibilidades de promoción, perspectivas futuras de la profesión, los roles sociales y la realidad profesional de las carreras de tu interés, agrega Ruiz.

¡Lo que te guiará!

Hacé lo que más te gusta y te apasione. Imaginate el resto de tu vida haciéndolo y de esta manera podrás idealizar cuál será tu estilo de vida. Visualizar tu futuro no es una tarea sencilla, menos a tu edad, pero es necesario que logrés adelantar tu visión unos cinco años, y verte como un profesional recién graduado, ¿de qué te estarías graduando? ¿En qué trabajarías? ¿Dónde vivirás? ¿Qué carro tendrás?

Según la psicóloga Yohana Lara, los estudios superiores te permitirán:

  • Tener mejores oportunidades en el área laboral.
  • Cumplir ciertas metas a corto plazo, pues te apremiará la juventud. Tomá en cuenta que en cinco años más, ya contarás con un título a nivel superior.
  • Saber que estás trabajando por un sueño propio. De ahora en adelante, ya nadie te obligará a estudiar, pero podrás demostrar que sos un joven que realmente sabe lo que quiere y lucha por lograrlo.
  • Ejecutar tu plan de vida y carrera con metas cortas como graduarte en cinco años, ganar todos tus cursos, en fin, planeá metas cortas que te permitan la realización personal de cada éxito.

En realidad, los beneficios de cada una de las carreras del mercado laboral son muchos, pero lo importante es que seás vos quien pueda enlistarlos, ¿para qué querés estudiar? ¿en qué querés destacar? ¿vas a ser feliz estudiando eso? Sos vos quien debe encontrar e identificar ese argumento que te hará sentirte apasionado al especializarte y esforzarte en estudiar dicha rama, explica Lara.

¡Toma nota!

La conciencia se expande conforme se conocen los diferentes puntos de vista de la realidad, afirma Alejandro Jodorowsky. De ahí, la importancia de estudiar una profesión a nivel universitario, pues se tendrá una amplitud de visión para conocer, transformar el contexto y tomar las mejores decisiones para la vida personal y social, agrega Ruiz.

¿Querés ser una persona competente, hábil, importante, capaz de afrontar los retos, desafíos y cambios de la sociedad actual en el ámbito laboral y de tu vida profesional? ¡Especializate y continúa tu formación superior!

http://www.aula2pl.com/2010/08/%C2%BFpor-que-estudiar-en-la-universidad/

8/5/11

Conciencia Colectiva

La noción de conciencia colectiva se refiere a las creencias compartidas y a las actitudes morales que funcionan como una fuerza unificadora dentro de la sociedad.

Esta fuerza se encuentra separada y es, generalmente, dominante en comparación con la conciencia individual. Según esta teoría, una sociedad, una nación o un grupo constituyen una entidad que se comporta como un individuo global, en las diferente y multitudes de mentes humanas, hay una nueva conciencia colectiva, o sea una nueva forma de pensar, a nivel de millones de personas, esa conciencia, igual se denomina, conciencia espiritual, la cual se está extendiendo por toda la humanidad nada parece detenerla, porque ,tal como exprese anteriormente, no existe nada más poderoso que una idea cuyo momento ha llegado, sabido es que una idea es un pensamiento, cierto, que una vez extendida, dicha idea, a las demás almas, se manifiesta en cambios físicos.

Vivir en sociedad nos hace reflexionar sobre el valor del respeto, pero con éste viene la diferencia de ideas y la tolerancia. En pocas palabras ¿Qué hay que saber sobre el Respeto, la Pluralidad y la Tolerancia?

Hablar de respeto es hablar de los demás. Es establecer hasta donde llegan mis posibilidades de hacer o no hacer, y dónde comienzan las posibilidades de los demás. El respeto es la base de toda convivencia en sociedad. Las leyes y reglamentos establecen las reglas básicas de lo que debemos respetar.

Sin embargo, el respeto no es solo hacia las leyes o la actuación de las personas. También tiene que ver con la autoridad como sucede con los hijos y sus padres o los alumnos con sus maestros. El respeto también es una forma de reconocimiento, de aprecio y de valoración de las cualidades de los demás, ya sea por su conocimiento, experiencia o valor como personas.

Aquí viene, entonces, también el concepto de Pluralidad, es decir, de las diferencias de ideas y posturas respecto de algún tema, o de la vida misma. La pluralidad enriquece en la medida en la que hay más elementos para formar una cultura. La pluralidad cultural nos permite adoptar costumbres y tradiciones de otros pueblos, y hacerlos nuestros. Sin embargo cuando la pluralidad entra en el terreno de las convicciones políticas, sociales y religiosas las cosas se ponen difíciles.

Así es como llegamos al concepto de intolerancia, es decir el no tolerar. Fácilmente, ante alguien que no piensa, no actúa, no vive o no cree como nosotros podemos adoptar una actitud agresiva. Esta actitud, cuando es tomada en contra de nuestras ideas se percibe como un atropello a uno de nuestros valores fundamentales: la libertad. La intolerancia puede ser tan opresiva, que haga prácticamente imposible la convivencia humana. ¿Y nuestra propia tolerancia?

Podríamos definir la tolerancia como la aceptación de la diversidad de opinión, social, étnica, cultural y religiosa. Es la capacidad de saber escuchar y aceptar a los demás, valorando las distintas formas de entender y posicionarse en la vida, siempre que no atenten contra los derechos fundamentales de la persona.

La tolerancia si es entendida como respeto y consideración hacia la diferencia, como una disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta a la propia, o como una actitud de aceptación del legítimo pluralismo, es a todas luces una virtud de enorme importancia.

El mundo sueña con la tolerancia desde que es mundo, quizá porque se trata de una conquista que brilla a la vez por su presencia y por su ausencia. Se ha dicho que la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar, y muy difícil de explicar.

Hay una tolerancia propia del que exige sus derechos: La oposición de Gandhi al gobierno británico de la India no es visceral sino tolerante, fruto de una necesaria prudencia. En sus discursos repetirá incansablemente que, “dado que el mal sólo se mantiene por la violencia, es necesario abstenerse de toda violencia”. Y que, “si respondemos con violencia, nuestros futuros líderes se habrán formado en una escuela de terrorismo”. ¿Les suena esto en la actualidad mundial?. Además, “si respondemos ojo por ojo, lo único que conseguiremos será un país de ciegos”.

¿Cuándo se debe tolerar algo? La respuesta genérica es: siempre que, de no hacerlo, se estime que ha de ser peor el remedio que la enfermedad. Se debe permitir un mal cuando se piense que impedirlo provocará un mal mayor o impedirá un bien superior. Ahí entra en juego nuestro discernimiento. Defender una doctrina, una costumbre, un dogma, implica casi siempre no tolerar su incumplimiento. Con este concepto entendemos claramente que la verdad siempre surge desde la individualidad y que las verdades generalistas solo nos llevan a un camino de confusión.

De todas formas, hay dos evidencias claras: que hay que ejercer la tolerancia, y que no todo puede tolerarse. Compaginar ambas evidencias es un arduo problema.

Todos los análisis realizados por filósofos y estudiosos de la materia al respecto a la tolerancia aprecian la dificultad de precisar su núcleo esencial: los límites entre lo tolerable y lo intolerable. De nuevo, y como en casi todos nuestros acontecimientos diarios, debemos beber en la fuente de la sencillez, ella será la encargada de otorgarnos el discernimiento que nos de la inspiración para el obrar.

Hemos empezado hablando de la tolerancia como parte del “respeto a la diversidad”. Se trata de una actitud de consideración hacia la diferencia, de una disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta de la propia, de la aceptación del pluralismo. Ya no es permitir un mal sino aceptar puntos de vista diferentes y legítimos, ceder en un conflicto de intereses justos. Y como los conflictos y las violencias son la actualidad diaria, la tolerancia es un valor que es muy necesario y urgentemente hay que promover.

Ese respeto a la diferencia tiene un matiz pasivo y otro activo. La tolerancia pasiva equivaldría al “vive y deja vivir”, y también a cierta indiferencia. En cambio, la tolerancia activa viene a significar solidaridad, una actitud positiva que se llamó desde antiguo benevolencia. Los hombres, dijo Séneca, deben estimarse como hermanos y conciudadanos, porque “el hombre es cosa sagrada para el hombre”. Su propia naturaleza pide el respeto mutuo, porque “ella nos ha constituido parientes al engendrarnos de los mismos elementos y para un mismo fin”. Séneca no se conforma con la indiferencia: “¿No derramar sangre humana? ¡Bien poco es no hacer daño a quien debemos favorecer!”. Por naturaleza, “las manos han de estar dispuestas a ayudar”, pues sólo nos es posible vivir en sociedad: algo “muy semejante al abovedado, que, debiendo desplomarse si unas piedras no sostuvieran a otras, se aguantan por este apoyo mutuo”. La benevolencia nos enseña a no ser altaneros y ásperos, nos enseña que un hombre no debe servirse abusivamente de otro hombre, y nos invita a ser afables y serviciales en palabras, hechos y sentimientos.


La tolerancia es un regalo desde los primeros años de la vida.